ANÁLISIS COMPARADO DE LAS ESTRATEGIAS DE SEGURIDAD MARÍTIMA
Agustina Eugenia Castro
Hemos definido previamente lo que implica una Estrategia de Seguridad Marítima y su relevancia para todos los países, y sus poblaciones, en nuestro globalizado y complejo mundo. Este segundo policy brief provee la oportunidad de presentar más precisiones conceptuales sobre la temática en cuestión dentro de una lógica comparativa. Para ello, decidí limitar mi campo de investigación a cinco Estrategias de Seguridad Marítima de mi elección, lo que me permite hacer observaciones más detallistas y centrar el análisis en los puntos focales de las mismas. En definitiva, se trata de comprender cómo distintos Estados piensan la Seguridad Marítima y, consecuentemente, cómo la abordan dentro de sus Estrategias. Y, en base a ello, poder establecer semejanzas y diferencias a lo largo del escrito y posteriormente elaborar conclusiones. Esa es una de las grandes contribuciones y riquezas propias de las comparaciones. Por ese motivo se recomienda adoptar este método de estudio en lo que concierne a los tan diversos asuntos internacionales, pero no por ello debe perderse de vista que es un solo método o herramienta entre muchas otras. Por lo tanto, para un abordaje más completo de los asuntos internacionales, como lo son las cuestiones marítimas, se requiere de la articulación y complementariedad de distintas metodologías de estudio que podamos utilizar.
Presento a continuación los casos de análisis elegidos. Investigué sobre la Estrategia de Seguridad Marítima de Nueva Zelanda – Guardianship of Aotearoa, Te Kaitiakitanga o Tangaroa – del año 2020. También del 2020 fue elegida la Estrategia de Estados Unidos, Advantage at Sea – Prevailing with Integrated All-Domain Naval Power. Por su parte, recurrí a la Estrategia de Francia titulada Stratégie Nacional pour la mer et le littoral, lanzada en el 2017. Asimismo me pareció interesante abordar una estrategia regional de un conjunto de países, por ello elegí la Estrategia de la Unión Africana, establecida en 2012, cuyo nombre es Africa’s Integrated Maritime Strategy (o simplemente 2050 AIM Strategy). Por último, creí de especial relevancia analizar la Estrategia del país naval por excelencia, Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, la cual es referida como UK Maritime 2050 – Call for Evidence, Navigating the Future – establecida en el 2018. Todas ellas presentan aspectos únicos pero también ciertos puntos en común.
En cuanto a la metodología utilizada, cabe destacar que, además de presentar definiciones e informaciones básicas sobre cada Estrategia, las comparaciones se hacen en base a los conceptos establecidos en el primer policy brief. En otras palabras, se retoman los postulados del experto Christian Buerger quien pensaba en las Estrategias de Seguridad Marítima en relación a cuatro aspectos fundamentales: poder naval, protección o seguridad marítima, economía azul y resiliencia humana. Todo ello coincide con lo definido por la Organización Marítima Internacional (OMI) en lo que implica la “consciencia del dominio marítimo”, es decir, “la comprensión efectiva de cualquier aspecto asociado con el dominio marítimo que pueda afectar la seguridad, la protección, la economía o el medio ambiente”.
En primer lugar, Nueva Zelanda entiende que la Seguridad Marítima “implica prevenir, detectar, mitigar y responder a los riesgos derivados de la actividad marítima humana maliciosa, no regulada, negligente o dañina (o potencialmente dañina)”. El objetivo de la Estrategia es asegurar que “Nueva Zelanda tenga un sector de seguridad marítima que pueda continuar asegurando los intereses económicos, culturales y ambientales marinos (…) para las generaciones futuras”. En la misma Estrategia se asegura su amplitud conceptual y terminológica, a fin de considerar intereses y desafíos tanto tradicionales como emergentes. Entonces, el estado final deseado a lograr es una Nueva Zelanda más segura y próspera, en la actualidad y de cara al futuro.
Siendo un país estrictamente insular, es vital garantizar la seguridad marítima no solamente de sus costas sino de su región circundante en el Océano Pacífico Sur, dado que también mantienen relaciones de dominio y ejercen influencia en territorios como las Islas Cook y Niue, y Tokelau. Se destaca que, para lograr seguridad efectiva en dichas zonas, es necesario colaborar estrechamente con sus aliados en el Asia-Pacífico, como Australia. Nueva Zelanda cuenta con más de 15 mil kilómetros de costa y, además, hay más de mil kilómetros que la separa de sus vecinos más cercanos. En otras palabras, tal como allí se afirma, “el bienestar del país está ligado a la salud del mar como regulador clave del clima global y proveedor de recursos naturales y minerales críticos” y “la prosperidad depende del buen manejo del mar”. Solo por mencionar otro dato importante, se estima que aproximadamente 4 billones de dólares neozelandeses del producto bruto interno del país son derivados de la economía marítima.
Específicamente, la Estrategia de Seguridad Marítima neozelandesa está fundada en cuatro pilares fundamentales para el sector de seguridad marítima. Primero, se debe entender el dominio marítimo, relevando información importante sobre la actividad marítima en todo momento y novedosas tendencias en el área, elaborando los análisis pertinentes. Segundo, se procuran establecer relaciones efectivas con socios nacionales e internacionales, sobre la base de reglas diplomáticas y militares, para poder gestionar conjunta y preventivamente los riesgos, uniendo los esfuerzos de gran cantidad de actores. Tercero, es necesario prevenir y mitigar amenazas derivadas del dominio marítimo, a partir de la coordinación de esfuerzos, políticas y procesos establecidos. Cuarto, se debe efectiva y flexiblemente responder y tomar acción para mitigar las amenazas y daños emergentes.
A su vez, esos cuatro pilares están basados en dos principios importantes. Por un lado, la Estrategia debe ser abordada desde un enfoque multi-agencial y comprensivo, inclusivo de todos los actores relevantes, en la esfera interna y externa. Y, por otro lado, debe garantizarse el “Kaitiakitanga o guardianship”, es decir, la responsabilidad sobre el manejo de los recursos marinos, para asegurar la sustentabilidad del ecosistema marino y la construcción de una economía sostenible, siempre pensando en las generaciones futuras y su desarrollo.
Por último, se desatacan varias amenazas que es necesario mitigar, tales como actividades ilegales en áreas protegidas, explotación ilegal de recursos naturales, polución marina, cambio climático, piratería y violencia en el mar, amenazas a puertos, comercio de materiales prohibidos como drogas, armas y especies protegidas, inmigración ilegal y crimen organizado y trasnacional . Todo ello se tiene en cuenta para la población neozelandesa en general, pero se da especial atención a las poblaciones costeras, más vulnerables frente a este tipo de riesgos.
En segundo lugar, la estrategia de Estados Unidos difiere bastante de las demás estrategias y de los parámetros establecidos por Buerger. Si bien en ella no se provee una unívoca definición de Seguridad Marítima, de la lectura crítica de esta Estrategia se entiende que ésta apunta directamente a las relaciones de poder en el mar y a la resiliencia humana, dejando de lado los otros dos aspectos, o al menos no se les hace una referencia explícita.
Esta Estrategia fue elaborada en conjunto por la U.S. Navy, Marine Corps y la Coast Guard, es decir, el Servicio Naval estadounidense en su totalidad, presentando una visión unificada de los desafíos actuales y por venir, además de la línea de acción recomendada a implementar. Se comienza afirmando que “Estados Unidos es una nación marítima, cuya seguridad y prosperidad dependen de los mares”. En esa línea, se constata que “las acciones de Estados Unidos en esta década van a determinar el balance de poder marítimo por el resto del siglo”, y que la seguridad del país depende de su “habilidad de mantener su ventaja en el mar”, que se apoya en un orden internacional libre y basado en reglas.
En ese sentido, esa Estrategia pretende dar un panorama de la situación actual en el mar y, consecuentemente, delinear acciones tendientes a asegurar que los profesionales del Servicio Naval estén a la altura de las circunstancias y desafíos. Para ello, se asegura que deben estar “preparados, entrenados y equipados para poder prevalecer en la competencia estratégica de largo plazo, poder ganar potenciales batallas, y preservar la paz futura” y los intereses del país. Ese es, entonces, el estado final deseado central de la Estrategia norteamericana.
En cuanto al diagnóstico actual de la seguridad marítima, Estados Unidos no duda en afirmar, a lo largo de toda este documento, que el orden internacional actual, marítimo y general, está amenazado por las acciones de ciertas naciones tendientes a erosionar el balance de poder. Dicho de otra manera, Estados Unidos siente amenazada su ventajosa posición marítima internacional, que comienza a verse “erosionada” por sus “enemigos rivales” a quienes se debe derrotar. Puede aquí ya hacerse una diferencia respecto al resto de las Estrategias analizadas, más orientadas a la cooperación internacional por medio de alianzas estratégicas con otros países, y cierta similitud con la Estrategia británica, que también denota rasgos competitivos. Estados Unidos piensa su política marítima en términos schmittianos de “amigo-enemigo”. No fue sorpresa analizar que los “enemigos” marítimos más amenazantes para este país son la Federación Rusa (Rusia) y la República Popular China (China).
A lo largo de la Estrategia se reitera en múltiples ocasiones la impresionante modernización tecnológica-militar que están desarrollando Rusia y China, ligado a agresivas acciones por parte de esos países, lo que alarma a Estados Unidos. A pesar de que ambos se constituyen como amenaza para el país americano y sus aliados, se destaca que China es el mayor contrincante al que se le debe prestar especial atención. Por ese motivo, se señala que cerca del 60% de las fuerzas navales estadounidenses se encuentran en la región del Indo-Pacífico. China es presentado como un país autoritario que constituye un gran peligro para el “libre” orden internacional actual y la “seguridad y prosperidad global”.
Como ejemplos, se destaca que tanto Rusia como China pretenden controlar variados recursos naturales marítimos, en perjuicio de la soberanía de otros países sobre sus zonas económicas exclusivas, y restringir el acceso de otras naciones a distintos océanos, limitando la libertad de los mares. Además, se subraya el hecho de que China está construyendo misiles con capacidad nuclear. Y, por supuesto, se menciona la Nueva Ruta de la Seda China (One Belt One Road iniciative) como una potencial amenaza para Estados Unidos ya que la misma le permitiría actuar a las fuerzas China muy por fuera de su región, ejerciendo considerable influencia en el resto del mundo. En cuanto a Rusia, las amenazas principales giran en torno a ataques cibernéticos o ataques al tendido de cables submarinos. Asimismo no se deja de vista la potencial amenaza derivada del uso de armas nucleares y de sus fuerzas militares.
Otras amenazas y desafíos más generales identificados incluyen el accionar de violentos extremistas y organizaciones criminales, la piratería, el tráfico de drogas, la competencia por recursos marinos, la trata de personas y otros actos ilícitos. Además, se menciona por única vez al cambio climático como amenaza a las naciones costeras con el aumento del nivel del mar, el agotamiento de las poblaciones de peces y un clima más severo, sin embargo no se establece una línea de acción para combatir este fenómeno.
En base a la identificación de esas amenazas, la hoja de ruta que se recomienda seguir consta de varias acciones. Debe generarse un poder naval integrado y cooperativo en todos los dominios, además de fortalecer y expandir las alianzas y asociaciones estadounidenses con otros países y actores relevantes, por ejemplo en la OTAN, para reforzar favorables balances de poder marítimo. Es necesario para dicho país prevalecer en la competencia diaria y disuadir a sus competidores de agresiones armadas, de todo tipo, para proteger al país y a sus aliados. A su vez, se dice que Estados Unidos debe hacer lo posible por controlar los mares para negar la consecución de objetivos de sus rivales, y derrotar a sus fuerzas, logrando equilibrar los riesgos amenazantes. Lo importante es establecer prioridades y actuar en torno a su consecución. Las prioridades definidas en esta Estrategia son, como ya fue mencionado: la competencia con China, la preparación para futuras guerras, y evitar que competidores malignos logren sus objetivos. También, se establece como prioridad seguir entrenando y capacitando a los integrantes de sus fuerzas armadas y, sobre todo, continuar modernizando su fuerza naval para “mantener y preservar su ventaja en el mar”.
En tercer lugar, en cuanto a la Estrategia de Francia “para el Mar y su Costa”, cabe comenzar señalando que la misma es un gran marco e incluye también las estrategias específicas para la “Transición ecológica hacia el desarrollo sustentable”, “Para la Investigación” y “Para la Biodiversidad”. Esta Estrategia marco tampoco deja de señalar la importancia vital del mar para el país, que mantiene presencia en todos los mares y océanos (excepto el Ártico) y tiene el segundo espacio marítimo más grande en todo el mundo, dados sus 11 millones de kilómetros cuadrados bajo su soberanía o jurisdicción nacional. No cabe dudas que Francia es una fabulosa nación marítima, y pretende mantener dicho status en los años por venir. Su economía marítima es muy importante, se calculan aproximadamente unas cifras de 30 billones de euros promedio que se derivan de dichas actividades, lo que involucra más de 450 mil puestos de trabajo.
En este documento se detallan cuatro objetivos “complementarios e inseparables”, de largo plazo, para estructurar la Estrategia de Seguridad Marítima del país. El primero consiste en “la transición ecológica para el mar y las costas” hacia un desarrollo sustentable, reconociendo los desafíos y dificultades que el cambio climático trae aparejadas y que, en definitiva, perjudican al ecosistema y a la humanidad. El segundo se trata del “desarrollo de la economía azul sustentable”, es decir la economía vinculada con el mar, e incluye una gran cantidad de puestos de trabajo y ocupa un lugar importante en el producto bruto interno. En esa línea, se pretende hacer un uso racional y medido de los recursos naturales, para evitar su rápido agotamiento. El tercer objetivo implica “el buen estado medioambiental del medio marino y la conservación de un litoral atractivo” que, en relación con los anteriores, subraya la necesidad de proteger el ecosistema marino en vistas a su aprovechamiento sustentable actual y potencial futuro, y mantener su atractivo para fomentar el turismo en las costas. El cuarto y último objetivo es la “influencia de Francia como una nación marítima” que demuestra su gran potencial y liderazgo y que, al ser reconocida por todo el mundo como tal, se involucre en las cuestiones relacionadas con el mar. Ejerciendo su innegable influencia, este propósito se elabora con el interés de que Francia tenga un rol protagónico en negociaciones, europeas y por fuera del continente, en relación a asuntos sobre mares y océanos.
Asociados a esos objetivos, se plantean 26 acciones prioritarias, organizadas alrededor de cuatro ejes transversales, similares a lo ya abordado: “confiar en el conocimiento y la innovación”; “desarrollar territorios marítimos y costeros sostenibles y resilientes”; “apoyar y mejorar iniciativas y eliminar barreras” y “promover una visión francesa dentro de la Unión Europea y en las negociaciones internacionales”. Entre las acciones prioritarias puede destacarse la generación de conocimiento sobre el mar en la sociedad, incrementar la capacidad de investigación sobre el mar y el apoyo a innovaciones marítimas, proteger los recursos y el balance biológico-ecológico, mantener la seguridad en las áreas marítimas, lograr eficiencia energética derivada del mar, hacer de Francia y sus puertos los mayores de Europa y ser el “engranaje del crecimiento azul” en ese continente.
Un aspecto interesante de la Estrategia francesa es que, al igual que en la Estrategia neozelandesa, en ella misma se reconoce su carácter flexible y “vivo”. Es decir, el texto adoptado no es rígido en cuanto a su modificación sino que debe ir ajustándose a las nuevas circunstancias, a través de las sucesivas revisiones que tendrán lugar cada seis años como un plazo máximo. De allí se infiere que Francia comprende y aborda la seguridad en términos tradicionales y modernos al mismo tiempo y que, en vistas a los desafíos y amenazas que se van identificando progresivamente, se desarrollan nuevas líneas de acción.
No hay en esta Estrategia un apartado en donde se especifiquen las amenazas potenciales a la seguridad marítima francesa. Sin embargo, puede decirse que en todo momento se hace referencia al cambio climático como un urgente desafío a resolver, debido a sus multifacéticas consecuencias, y que también se hace gran énfasis en recobrar el poder y prestigio francés, tal vez un poco erosionado por otras potencias, en las cuestiones que versen sobre mares y océanos. Además, se identifican, al pasar, amenazas tales como pesca ilegal y explotación de recursos indebidamente, el tráfico ilegal de diversos elementos, y cualquier daño que pudiera cometerse en contra de la vida humana en el mar, que debe ser preservada.
En cuarto lugar, la Estrategia Marítima Integrada para 2050 de la Unión Africana representa, desde una visión diferente, ciertos temas ya abordados en las anteriores estrategias nacionales comentadas. Este instrumento comienza señalando que “es un medio para un fin” específico: la prosperidad, desarrollo y crecimiento de África. La visión que aporta esta Estrategia es la de construir la “viabilidad marítima” para las personas del continente y promoviendo los intereses de los países que allí se encuentran. Y, más ambiciosamente, indica que en el futuro se dará un giro geoestratégico por el que se vuelva al perdido afrocentrismo del mundo.
Por supuesto, al ser de una Estrategia integrada, se trata de un claro esfuerzo de cooperación e integración regional para enfrentar los desafíos marítimos del continente y promover un desarrollo sustentable y una “economía azul” que cultive la creación de riqueza para África. Los países de la región, y otros grupos de interés y presión africanos, reconocen que la existencia de principios, desafíos, amenazas, oportunidades y objetivos comunes los lleva a cooperar y a establecer pautas comunes. Debe garantizarse una “gobernanza sustentable”, desde África y para África, en lo que concierne a las aguas interiores, y los mares y océanos circundantes.
Cabe destacar que la longitud total de la costa del continente, incluidas sus islas, supera las 26.000 millas náuticas. Y que, de los 54 países reconocidos en África, hay 38 de ellos que son costeros o islas. El mar es vital para África ya que el 90% de sus importaciones y exportaciones se conducen por el mar y, además, los recursos pesqueros constituyen una gran contribución a la nutrición.
Se establece claramente el estado final deseado para la región en 2050: que el “aumento de la creación de riqueza de África contribuya positivamente al desarrollo socioeconómico, así como a una mayor estabilidad nacional, regional y continental, a través de esfuerzos colaborativos, concertados, cooperativos, coordinados, coherentes y de creación de confianza en múltiples niveles para construir bloques de actividades del sector marítimo en concierto con la mejora de los elementos de la gobernanza marítima”.
Los objetivos precisamente definidos en la Estrategia son “establecer una Zona Marítima Exclusiva Combinada de África (CEMZA)”; “mejorar la creación de riqueza y el desempeño comercial regional e internacional a través de la capacidad y el desarrollo de capacidades centrados en el mar”; “garantizar la seguridad y la protección de los sistemas de transporte marítimo”; “minimizar el daño ambiental y acelerar la recuperación de eventos catastróficos”; “prevenir actos hostiles y criminales en el mar y coordinar el enjuiciamiento de los delincuentes”; “proteger a las poblaciones, incluido el patrimonio, los activos y la infraestructura de la contaminación marítima y el vertido de desechos tóxicos y nucleares”; “mejorar la gestión integrada de zonas costeras en África”; “promover la ratificación, domesticación e implementación de los instrumentos legales”; “garantizar coherencia entre las políticas sectoriales dentro y entre los bloques comerciales y mecanismos regionales” y “proteger el derecho de acceso al mar y la libertad de tránsito de mercancías para los Estados conectados por tierra”.
Como principios rectores de la estrategia se pueden destacar los denominados “IC5”: el intercambio de información, la comunicación, la colaboración, la cooperación, la creación de capacidad y la coordinación. Entre las metas que se pretenden alcanzar se mencionan la comprensión integral de los desafíos existentes y potenciales; un enfoque de la situación marítima integral, concertado, coherente y coordinado; una plantilla común para orientar a los países a la revisión marítima, planificación presupuestaria y asignación eficaz de recursos; y un plan de negocios que especifica hitos, objetivos de desarrollo de capacidades y requisitos de implementación, incluido el apoyo técnico y financiero desde África y también de los socios para el desarrollo.
Entre las amenazas a la seguridad marítima africana identificadas en este documento se destacan varias formas de tráfico ilegal, degradación del ambiente marino, sobrepesca y pesca ilegal y no reportada, numerosos perjuicios a la biodiversidad y los graves efectos del cambio climático y desastres naturales. También se nombra como actividades ilegales al terrorismo marítimo, el vertimiento de desechos tóxicos y de petróleo y la piratería y robo a mano armada en el mar. Debido a varios de los conflictos mencionados, se alude también a la conservación y seguridad de la vida y propiedad en el mar como factores en riesgo. Claramente, si bien no exclusivamente marítimas, las facetas de la corrupción, los marcos legales vulnerables, la infraestructura no mantenida, la distorsión de la democracia, la pobreza y el desempleo impactan en la consecución de los objetivos de esta estrategia.
Finalmente, en quinto y último lugar, se aborda la Estrategia de Seguridad Marítima del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte. Dado que dicho país es insular, de la misma manera que la Estrategia neozelandesa, se comienza reconociendo que el Reino Unido siempre fue y seguirá siendo dependiente del mar para alcanzar su prosperidad. El sector marítimo moviliza en la economía británica más de 14.5 billones de libras esterlinas e implica mas de 180 mil puestos de trabajo, siendo que el 95% de las exportaciones e importaciones se realizan por vías marítimas.
Por todo ello, se indica que, a través de esta Estrategia, el Reino Unido debe ser capaz de crear un futuro marítimo sustentable y demostrar “su ambición de continuar siendo un líder global en cuanto a lo marítimo”. En este último aspecto, se destaca la similitud con la Estrategia de Estados Unidos muy enfocada en la competencia marítima. Sin embargo en la Estrategia del Reino Unido, se hace referencia a períodos históricos anteriores donde el país era la potencia marítima única, indiscutida e inigualable. En ese sentido, al hablar de su legado marítimo y sus tradiciones desde siglos atrás, se asemeja a la Estrategia de Francia, dado que deja entrever símbolos de añoranza de un pasado al que no es fácil retornar, dados los nuevos desafíos y amenazas, y por supuesto como consecuencia los nuevos actores en juego.
Si bien ahora no es la única potencia marítima, no cabe duda que Reino Unido se encuentra entre las primeras. En el texto se explica que “para aprovechar al máximo estas circunstancias, y para asegurarnos de permanecer a la vanguardia en el escenario marítimo mundial, es esencial una estrategia a largo plazo”. En relación a lo mencionado anteriormente, se reconoce que si no se actúa ahora, el país quedará detrás de sus competidores y su estatus de nación marítima líder se verá amenazado. Literalmente se subraya que “no debemos confiar en nuestros logros pasados para mantenernos relevantes en el escenario mundial”. Para evitar que eso suceda, el país debe adoptar innovadora tecnología, invertir en su industria y estar a la altura de las circunstancias en cuanto a los desafíos de nuevas relaciones comerciales, riesgos ambientales y seguridad en el largo plazo.
El estado final deseado de esta Estrategia es “mantener la posición del Reino Unido como líder mundial examinando la amplitud del sector marítimo e imaginando la industria como debe ser para las generaciones futuras, marcando el camino hasta 2050”. Todo eso, indican, se logrará solamente si se “toma acción ahora”, preparando al Reino Unido para enfrentar con flexibilidad un mundo nuevo, complejo y volátil. Es evidente el sentido de urgencia que se desprende de esta Estrategia, el temor a quedarse atrás y perder el estatus que logró cuidadosamente mantener durante mucho tiempo. En definitiva, observan que la preponderancia británica en estas cuestiones está siendo erosionada lentamente.
Como amenazas y desafíos identificados a lo largo de la Estrategia pueden inferirse el cambio climático y sus consecuencias (aumento del nivel del mar, erosión costera y fenómenos meteorológicos cada vez más intensos), la competencia de otros países como China (de la que se hace explícitamente referencia a su impresionante iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda, aspecto también destacado en la Estrategia de Estados Unidos), actividades ilegales y peligrosas como el terrorismo y crimen organizado, la adaptación a los cambios marítimos “radicales” y globales y sus inversiones, adaptación a las nuevas tendencias globales y al uso de nuevas energías renovables (que implicaría un descenso en el rol que juega el mar para transportar petróleo y gas), entre otras temáticas de importancia.
El documento está dividido en seis secciones temáticas, con sus respectivos objetivos, a los que se le debe prestar atención. En cuanto al comercio, se destaca su importancia para la generación de riqueza y creación de empleos, y se hace énfasis en que el Reino Unido seguirá demostrando ser el exponente del libre intercambio alrededor del mundo, expandiendo mercados. En referencia al ecosistema marítimo, se hace alusión a su estado frágil y vulnerable, por lo que llevar adelante actividades marítimas sustentables es imprescindible. Y, ligado a esto, se reconoce que las comunidades que viven en la costa son las más perjudicadas, en su salud y demás daños materiales, por los impactos del cambio climático en relación al mar. Para mitigarlos, se busca incrementar el rol cumplido por el país en las obligaciones impuestas por las regulaciones internacionales, por ejemplo, en cuanto a las emisiones de carbono y el vertido de desechos en el mar. En lo que a la tecnología concierne, se tratará de implementar nuevas e innovadoras estrategias, que muchos otros países ya desarrollan, como por ejemplo el “smart shipping” (el envío y comercio inteligente). Si consideramos el área de la infraestructura, se destaca la continua inversión en la modernización de los puertos británicos y del complejo de transporte marítimo, la cual se comprometen a sostener e incrementar. En cuanto al capital humano, es decir toda persona que trabaje en las distintas áreas del dominio marítimo británico, la Estrategia británica busca priorizar su educación, entrenamiento y capacitación constante para poder hacer frente a todos los desafíos por venir. Asimismo se quiere fomentar su bienestar social derivado de su trabajo, y se indica que se tratará de priorizar el empleo de mujeres en el área. Por último, en cuanto a seguridad y resiliencia marítima, a partir del poder, influencia y valores británicos, y de las normas marítimas internacionales, se ayudará a estructurar un futuro próspero y seguro para el Reino Unido, sus territorios de alta mar y sus aliados.
Arribando al final de este trabajo, a modo de cierre y a pesar de que se establecerán conclusiones más precisas en el tercer y último policy brief, pueden afirmarse aquí ciertas cuestiones. En líneas generales, la gran mayoría de las Estrategias logran coincidir en el establecimiento de amenazas, desafíos y riesgos comunes o, mínimamente, señalar urgencias similares. Esto lleva a pensar que, en marcos internacionales favorables a la cooperación, pueden priorizarse acciones conjuntas en vez de continuar viejos juegos de “suma-cero”. También, a grandes rasgos, se observa en las Estrategias británica y francesa un atisbo de nostalgia del pasado en donde ambas regían y se disputaban el control del mundo, siglos atrás. En esa sintonía, Estados Unidos, novedoso actor del siglo XX, elabora su Estrategia para no peder su ventaja marítima mundial actual ante otros actores marítimos amenazantes. Más al margen, la Estrategia de Nueva Zelanda y la de la Unión Africana intentan dar marcos de reaseguro a sus poblaciones para consolidar su poder en su espacio específico, garantizar su crecimiento y prosperidad, y no manifiestan pretensiones de proyección de poder hacia el resto del sistema internacional, dados sus recursos más limitados. Por último y en base a las propuestas teóricas de Buerger y de la Organización Marítima Internacional retomadas al inicio de este escrito, cabe concluir que, si bien en gran medida todas las Estrategias consideraron esos cuatro puntos específicos, hubo diferencias notorias. Ciertamente, fueron las estrategias de Nueva Zelanda, Francia y la Unión Africana aquellas que mencionaron cuestiones que abarcaron, de alguna manera, todos los puntos. En menor medida, la estrategia británica aborda tres de los cuatro puntos específicamente, pero no menciona, al menos de forma explícita, la cuestión de la economía azul. Por último, la estrategia norteamericana se enfoca en el punto del poder naval y la seguridad, en conjunto con el punto de la resiliencia y seguridad humana pero, por el contrario, no menciona los puntos de economía azul y protección marítima como las demás estrategias.