EL REGRESO DEL ATOMO
¿Qué tiene de atractivo la energía nuclear hoy? Que se trata de una energía limpia y firme, es decir, está disponible prácticamente el 100% del tiempo.
Por Julián Gadano
El accidente de Fukushima de 2011 fue una catástrofe para la industria nuclear global. Paradójicamente, se trató de un accidente con consecuencias relativamente bajas para la población y el ambiente, pero con un impacto enorme en la industria. En Occidente, la construcción de reactores nuevos prácticamente se paralizó.
A su vez, en estos primeros 20 años del siglo, las energías renovables no convencionales crecieron a escala revolucionaria: eran insignificantes en 2000, y superan a la fuente nuclear hoy, llegando a 2900 TWh en 2019.
La aparición de un mercado creciente de renovables no convencionales presionó fuerte y a la baja sobre los precios, lo que se potenció con una industria de generación térmica que se volvió más eficiente y competitiva en costos y, a la vez, relativamente menos emisora de gases de efecto invernadero en la medida en que comenzó a consumir más gas y menos combustibles líquidos: el consumo de fósiles líquidos para generar electricidad se redujo 30% entre 2000 y 2019, mientras el de gas creció 150%.
¿Murió para siempre la energía nuclear? Lo que está ocurriendo indicaría exactamente lo contrario. Es más necesaria que nunca.
La energía es el principal contribuyente a la emisión de Gases de Efecto Invernadero (GEI), causa principal del calentamiento global. Y más allá del avance de las renovables y el gas, más del 50% de la potencia eléctrica mundial (10000 TWh) se alimenta de carbón mineral, fuente emisora de GEI y altamente contaminante. Y -en la medida en que el almacenamiento masivo no está a la vuelta de la esquina- las renovables no alcanzan para resolver el problema.
La invasión rusa a Ucrania, y el consecuente riesgo al que se enfrentan algunos países europeos al depender del gas ruso no ha hecho más que acelerar el problema, pero la guerra no es la causa. La causa es el calentamiento global.
¿Qué tiene de atractivo la energía nuclear en este contexto? Que se trata de una energía limpia y firme, es decir, está disponible prácticamente el 100% del tiempo. Conclusión preliminar: la energía nuclear no es parte del problema en cuanto a reducción de emisiones, sino parte de la solución.
Sin embargo, el tema no es tan simple. El modelo de energía nuclear que ha predominado (grandes reactores, mucha potencia concentrada en un sitio, mucha inversión de capital, préstamos soberanos) muestra tres problemas: es caro, no responde a las condiciones del sistema eléctrico actual, y sufre rechazo social. Es como si el mundo dijera: “Industria nuclear, te quiero de nuevo en la pista, pero dame otra cosa. Dame reactores que puedan ser usados en las actuales redes eléctricas, no pensados para la década del ’70. dame reactores más amigables con lo que la sociedad espera y, sobre todo, dame reactores más baratos”.
Y, por primera vez en décadas, la industria nuclear ha tomado la decisión de innovar radicalmente el modelo de negocios, buscando resolver los tres desafíos: aceptación social, flexibilidad y adaptación a redes eléctricas dinámicas y distribuidas y, sobre todo, costos más competitivos.
Detengámonos por un instante en la palabra “innovar”. En lo que está innovando la industria es en el modelo de negocios más que en la tecnología. Porque, finalmente, la fisión nuclear ha demostrado ser una muy buena forma de generación de energía. Limpia, estable, confiable.
Por lo tanto, lo que hizo la industria es ofrecer la misma tecnología base (la fisión nuclear) formateada en un paquete tecnológico y de negocios totalmente diferente. Contemos el final de la película: el resultado son los reactores modulares pequeños, conocidos en la industria por sus siglas en inglés: SMR.
¿Qué son los SMR? Como su nombre lo dice, en la práctica son reactores mucho más pequeños que los actuales. Más allá de las definiciones técnicas, estamos hablando de máquinas de entre 20 y 150 MWe de potencia, que pueden alinearse modularmente en una cantidad variable de reactores. Hay varios elementos que nos permiten entender por qué este modelo nuevo constituye una base cierta para asumir un renacimiento nuclear.
- En primer lugar, la inversión requerida. Construir un reactor de 1,2 GWe requiere miles de millones de dólares de inversión. En cambio, para construir un reactor de 50 MWe alcanza con 150 millones. Un buen plan de negocios y, sobre todo, un buen contrato de venta de energía le abren fácilmente la puerta a esa inversión privada.
- En segundo lugar, la flexibilidad. Un reactor grande no es un buen socio de las energías renovables. No puedo arrancar un reactor en segundos y sería absolutamente antieconómico tenerlo operando sin despachar. Un diseño modular adecuando a cada mercado permite despachar a red, y desviar tantos módulos requieran los contratos firmes que eventualmente un operador tenga.
- En tercer lugar, la seguridad. Los reactores actuales son muy seguros, pero administrar una emergencia es mucho más sencillo, menos costoso y más aceptable socialmente con reactores de menos de 100 MWe.
- Por último, los costos. Un reactor pequeño no es, en sí, más eficiente en costos que uno grande. Es más, probablemente sea más caro. El secreto no está en el tamaño en sí sino en lo que el tamaño permite: la fabricación en serie. Los reactores pequeños pueden ser fabricados en una fábrica, con un diseño que permita su construcción de manera simple en prácticamente cualquier sitio, y transportados en containers, en barco, en tren o en camiones. Con esa filosofía están siendo diseñados los modelos de SMR más nuevos.
¿Habrá, finalmente, renaissance nuclear? Los nuevos reactores no son, aún, una realidad. No hay ninguno operando comercialmente. Pero la cantidad de proyectos que están a punto de cerrar contratos concretos a costos competitivos con las centrales térmicas de ciclo combinado nos permite ser muy optimistas y suponer que dentro de una década la energía nuclear estará contribuyendo de manera real a la lucha contra el calentamiento global.
*Este artículo fue publicado en El Economista el día 4 de julio de 2022.