ESTRATEGIAS DE SEGURIDAD MARÍTIMA: CONCLUSIONES Y REFLEXIONES
Agustina Eugenia Castro
En este tercer y último policy brief se pretende concluir con el trabajo de investigación sobre las estrategias de seguridad marítima, resaltando conclusiones, reflexiones finales y opiniones personales. Recordando que en el primer policy brief se establecieron parámetros teóricos marco y definiciones y que en el segundo se compararon cinco estrategias sobre seguridad marítima a lo largo del mundo, creo conveniente comenzar este escrito retomando las ideas centrales previamente tratadas.
En primer lugar, tomamos de la Organización Marítima Internacional (OIM) la definición de “consciencia del dominio marítimo”, es decir, “la comprensión efectiva de cualquier aspecto asociado con el dominio marítimo que pueda afectar la seguridad, la protección, la economía o el medio ambiente”. Complementando esa conceptualización, acudimos a los postulados de un experto en la materia, Christian Buerger, para limitarnos a cuatro áreas fundamentales que hacen a la seguridad marítima: el poder naval, la protección o seguridad marítima, la economía azul y la resiliencia humana. En base a todo ello se elaboraron comparaciones de las más recientes estrategias de seguridad marítima de Nueva Zelanda (2020), Estados Unidos (2020), Francia (2017), la Unión Africana (2012) y el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte (2018).
En segundo lugar, para resumir lo analizado, se presenta a continuación el siguiente cuadro, de elaboración propia. El mismo relaciona las cuatro dimensiones de Buerger (basadas en la definición de OIM) con las estrategias de los países seleccionados, dependiendo si se incluyen o no referencias más o menos específicas a dichas cuestiones.
NZ | EEUU | FR | UA | GB | |
Ambiente Marino – Protección Marítima | Sí | No explícitamente | Sí | Sí | Sí |
Desarrollo Económico – Economía Azul | Sí | No explícitamente | Sí | Sí | No explícitamente |
Seguridad Internacional y Nacional – Poder Naval | Sí | Sí | Sí | Sí | Sí |
Seguridad Humana – Resiliencia | Sí | Sí | Sí | Sí | Sí |
Ahora bien, ¿qué puede concluirse en base a todo lo analizado? Una primera impresión, y de carácter más general, permite reconocer que cada una de estas estrategias pone de manifiesto una gran multiplicidad de desafíos y tendencias interrelacionadas en lo concerniente a aspectos marítimos. Todos ellos, además de revestir altos grados de complejidad, transmiten la sensación de urgencia, en mayor o menor medida. Es decir, cada país logra definir con precisión sus prioridades y líneas de acción consecuentes para actuar “aquí y ahora”. Tanto los objetivos como las amenazas identificadas en cada caso parecen urgentes para resolver a la brevedad, pero también se establecen hojas de ruta claras de cara al futuro, para mantener las acciones y consolidar los esfuerzos logrados.
En todas las estrategias se tratan las temáticas de la resiliencia humana en el mar y del poder naval. La primera de ellas resulta imprescindible para cada país puesto que es de extrema necesidad asegurar la protección de las poblaciones costeras como del capital humano dedicado a asuntos marítimos. Los desafíos y riesgos conforman largas listas en cada estrategia, como se observó en el anterior policy brief. La temática del poder naval también es de suma importancia ya que es por medio de éste que los países consolidan sus posiciones, proyectan poder hacia el exterior y definen establecer o no alianzas con otros actores.
En líneas generales, puede decirse que todas las estrategias presentan acciones tendientes a la cooperación de cada país o unión con sus respectivos aliados internacionales, y se destaca la necesidad de estrechar esos lazos. Además, en cada caso se subraya que deben favorecerse distintos tipos de relaciones institucionales con actores de nivel sub-nacional y regional, mismo con actores no estatales, cada vez más importantes. Esto último nos permite entender que, en el mundo actual, las relaciones internacionales no son exclusivamente entre Estados como sucedía siglos atrás, sino que se encuentran atravesadas por muchos actores que se involucran cada vez más y juegan un rol central, contribuyendo o desafiando la seguridad marítima.
Retomado concretamente la esfera del poder naval, la estrategia de Estados Unidos (EEUU) denota una gran competitividad con la República Popular China (China) y la Federación Rusa (Rusia), tal como fue comentado anteriormente. Estados Unidos se muestra temeroso de un potencial desequilibrio de poder, que podría acontecer dado el imponente desarrollo naval de estos actores en el último tiempo, en particular de China. Sin embargo, EEUU no debe preocuparse demasiado, al menos por ahora, pues China aún está muy lejos de alcanzarlo en este sentido, a pesar de sus grandes esfuerzos por desarrollarse navalmente a pasos agigantados. Puede inferirse que EEUU cree urgente asegurar su ventaja hegemónica en el mar para continuar “escribiendo las normas” del (nuevo) orden internacional y, por ello, no ve posible un balance de poder junto a China o Rusia bajo ningún punto de vista.
A su vez, las estrategias británica y francesa dejan entrever muestras de añoranza sobre su hegemonía marítima pasada, cuando eran potencias marítimas indiscutidas (sobre todo Gran Bretaña). En la actualidad ambos países quieren volver al centro de la escena y asegurar que su papel sigue siendo relevante y que continuará siéndolo en el futuro. En cuanto a las estrategias de Nueva Zelanda y la Unión Africana, su margen de acción es considerablemente menor y así lo reconocen. De todos modos, si bien no buscan una proyección de poder marítimo internacional dominante, sí están empeñadas en consolidarse en sus áreas geográficas respectivas para conseguir los objetivos que plantean y para garantizar su protección.
Por otro lado, en casi todas las estrategias se destaca la importancia del cuidado del medio ambiente marino y, en consecuencia, se establecen acciones puntuales para alentar y procurar su protección en cada una de las actividades desarrolladas. Este factor resulta interesante y es bastante novedoso. En el pasado, las estrategias de seguridad marítima no solían considerar la esfera del ambiente marino como prioritaria, salvo alguna excepción histórica. Ésta se encontraba completamente relegada a los objetivos de seguridad nacional que buscaran conseguirse en los mares y océanos, casi sin importar los medios utilizados o los negativos impactos que pudieran ocasionarse. Hoy en día, a mi parecer, una estrategia de seguridad marítima no puede dejar de lado la importancia de la preservación del ambiente marino y debe establecer políticas específicas para asegurarlo, cada vez más ambiciosas y con compromisos más firmes. No puede olvidarse que todo ello se debe también a los devastadores efectos de la crisis climática que se evidencian y sufren alrededor del mundo, calificados muchas veces como “amenazas existenciales” por gran cantidad países.
Un gran dilema reconocido en las estrategias es la necesidad de hacer frente a los desafíos, situaciones de ilegalidad y demás problemas que ocurren en alta mar. Las aguas internacionales comprenden las secciones del mar que no forman parte de zonas económicas exclusivas, mares territoriales, aguas interiores de un Estado ni aguas archipiélagas. Tal como se establece en el Derecho Internacional y específicamente en el Derecho del Mar, el alta mar es un espacio de interés de todos los Estados, que tienen prohibido reclamar o ejercer allí su soberanía. Sin embargo, ellos pueden desarrollar, respetando ciertos parámetros, algunas acciones pacíficas acordes a las libertades concedidas excepcionalmente, como la libertad de navegación, sobrevuelo, investigación científica o pesca, entre otras.
A pesar de las regulaciones acerca del alta mar dadas por la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, junto con otros tratados, la realidad es que la persistencia de conflictos y actividades ilegales allí están a la hora del día. Unas de las prácticas más recurrentes son la pesca ilegal y la explotación desmedida de recursos de todo tipo, tanto desde barcos portando bandera, identificados como nacionales de un Estado, como desde barcos sin bandera, lo cual está explícitamente penado. Todo ello despierta enojo, incertidumbre y deseos (de ciertos países) de que existan mayores regulaciones. En el mejor de los casos, cabe aguardar las posibilidades de que se produzca un cambio en este sentido en los años por venir.
Para finalizar, creo oportuno dar una opinión personal final respecto a todo lo analizado. Luego de haber investigado y estudiado esta temática en profundidad, reconozco la gran importancia de las diversas y complejas cuestiones marítimas y de las consecuentes estrategias de seguridad y de su estudio comparado. Como vimos, el hecho de contar con una hoja de ruta que marque el camino para desarrollar políticas de corto, mediano y largo plazo es esencial, no solo para conseguir los objetivos que quisieran alcanzarse sino para entender las posturas adoptadas ante los desafíos y amenazas existentes. Asimismo, al ser capaces de plantear prioridades, propósitos y estados finales deseados, los países pueden identificar pares aliados que los puedan ayudar en dicho camino, mediante diversas acciones mancomunadas y cooperación internacional. La seguridad marítima es una sección clave dentro de la seguridad nacional, por ende las estrategias que logren concretarse para el mar deben estar enmarcadas y ser acordes a lo establecido en el gran paraguas que constituye una estrategia de seguridad nacional.
Por último, y en lo que a nuestro país respecta, creo que la Argentina debe ser capaz de responder al reto de elaborar un muy necesario documento que exprese una visión nacional para la seguridad, en todos sus ámbitos e incluyendo especialmente el marítimo, de cara al incierto futuro. Contamos con una gran red interdisciplinaria de expertos que pueden unir esfuerzos para desarrollar una estrategia, tal como se intentó pocos años atrás. Estos ensayos deben sostenerse en el tiempo y ser capaces de adaptarse a nuevas circunstancias y tendencias globales cambiantes. Si bien elaborar una estrategia de tal envergadura constituye un enorme desafío, creo que un buen primer paso es comenzar examinando lo ya establecido, por la Argentina en su momento y por otros países en la actualidad, para tener una amplia perspectiva de análisis. De este modo, el estudio comparado resulta fundamental como herramienta de estudio, por ello se recomienda enérgicamente su utilización y aprovechamiento al máximo, en conjunto con otros métodos complementarios que no deben ser dejados de lado.