SEGURIDAD NACIONAL: ¿ROMPECABEZAS PARA ARMAR?

SEGURIDAD NACIONAL: ¿ROMPECABEZAS PARA ARMAR?

SEGURIDAD NACIONAL: ¿ROMPECABEZAS PARA ARMAR?

La respuesta de los Estados para enfrentar los desafíos del futuro estará vinculada en gran medida a cuán resilientes podamos ser para hacer frente a lo impredecible.

Por Paola Di Chiaro

¿Qué lecciones aprendidas nos dejará la pandemia en materia de seguridad nacional? ¿Podremos transformarlas en lecciones enseñadas antes de que otro fenómeno global ponga en jaque el sistema de seguridad nacional e internacional?

Recientemente, el filósofo e historiador israelí Yuval Noah Harari planteaba que la revolución de la inteligencia artificial y la automatización no serán un evento único sino una cadena de revoluciones cada vez mayores. Así que la verdadera gran pregunta es psicológica: como seres humanos, ¿tenemos la estabilidad mental y la inteligencia emocional para reinventarnos repetidamente?

De cara a la agenda de seguridad nacional, esta pregunta resulta clave, ya que la respuesta de los Estados para enfrentar los desafíos del futuro estará vinculada en gran medida a cuán resilientes podamos ser para hacer frente a lo impredecible.

Seguramente, una de las pocas certezas que nos deje el mundo de la post pandemia sea que la incertidumbre, la complejidad y la interdependencia se consoliden como las palabras clave de la agenda de seguridad nacional del presente y el futuro.

Los riesgos y desafíos que presenta este escenario son diversos y multisectoriales, y las nuevas dimensiones de los conflictos generan un impacto adicional sobre la seguridad nacional. El ciberespacio, las consecuencias del cambio climático, las disputas por los recursos disponibles en los espacios comunes globales y en los ámbitos nacionales, el poder de la información, los efectos de una pandemia de la magnitud de la que estamos atravesando, sumados a fenómenos como el terrorismo y el crimen organizado, entre otros, se manifiestan de maneras novedosas, permeando y desafiando tanto al sistema multilateral como al poder de los Estados y a la sociedad en su conjunto.

Es por ello que las visiones tradicionales o de compartimientos estancos, propias del siglo XX, resultan insuficientes para pensar el mundo actual. Es necesario desarrollar y promover un proceso de toma de decisiones multidisciplinario, ágil y flexible que tome los datos de la realidad y los fusione, transformándolos en información con valor agregado, identificando incertidumbres, tendencias y disrupciones. Los productos tecnológicos disponibles y su evolución permanente proporcionan hoy herramientas centrales en este proceso.

En definitiva, este escenario nos enfrenta al desafío de avanzar en un marco conceptual moderno, holístico y resiliente que oriente la toma de decisiones sobre los problemas estratégicos. Para que este proceso virtuoso se pueda llevar adelante resulta clave contar con una cultura estratégica, la cual no nos permite adivinar el futuro, pero sí planificar escenarios y reaccionar ante lo inesperado. Una cultura que tenga como principio central la coordinación de los esfuerzos estatales en búsqueda de objetivos nacionales, de prosperidad y sostenibilidad, que trascienda gobiernos y que permita fortalecer el proceso de toma de decisiones, a partir de la inteligencia colectiva.

A su vez, esto requiere de un esfuerzo adicional en materia de cooperación internacional. En un mundo complejo e interdependiente, las respuestas unilaterales han mostrado sus límites. Integración al mundo y cultura estratégica parecieran articular una buena hoja de ruta para potenciar la capacidad de anticipar, prevenir y responder a las amenazas del siglo XXI.

La pandemia nos demostró que resulta fundamental mejorar la gobernanza de seguridad nacional. Habremos ganado esta batalla si las crisis futuras se enfrentan a sociedades resilientes, con líderes que sepan reinventarse a la velocidad de los cambios y con instituciones sólidas que fortalezcan el proceso decisorio.

*Este artículo fue publicado por Perfil el día 13 de octubre de 2020.